Bien lo dice el refrán: «La suerte de la fea, la bonita la desea».
En esta sociedad dirigida predominantemente por hombres, en este mundo con inclinación machista, es probable que las mujeres muy atractivas no sean tan solicitadas como las menos atractivas, porque una mayoría de hombres supone que tendrán que hacer un gran esfuerzo para competir con muchos otros interesados en ella.
Los machos de nuestra especie estamos menos dispuestos a luchar por lo más valioso, y menos dispuestos aún a tener que continuar esa lucha por un tiempo indeterminado, ya que si la bonita nos prefiriera, intuimos que será preciso continuar un fino trabajo de seducción y retención, para que ella no se vaya con otro competidor que también la desea por lo bonita y atractiva que es.
A veces no deja de ser un infortunio el ser linda, y por ese motivo ellas quizás reciban menos ofrecimientos de compañía. Como dice el refrán, ellas envidian a quienes por tener menos belleza resultan más accesibles para una mayoría de hombres.
En este caso la belleza y la riqueza se parecen, porque ambas son estresantes, mientras que la intrascendencia y la pobreza son más serenas.
Lo mismo sucede con cualquier otra cosa que queramos ofrecer, incluida nuestra fuerza laboral.
Estar tapizados de títulos y de logros, es un embellecimiento que puede ahuyentar a la mayoría de potenciales empleadores, que no se creen en condiciones de pagar tanto lujo.
Entre los muchos desafíos que envuelven al hombre, como figura principal se encuentra el misterio, el que está incorporado en las religiones y en todo lo que nos rodea, y que nos maravilla cuando logramos rasgar el velo de superstición, y tenemos éxito en resolver enigmas y en esclarecer verdades escondidas. Aportemos en este espacio para ayudar a resolver misterios, y así contribuir al surgimiento de una sociedad más solidaria y justa, más equitativa, más sustentable, más racional y culta.
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