jueves, 8 de julio de 2010

Señales del pasado: Vestigios de mundos destruidos


LOS ASTEROIDES

Los asteroides, término que significa "con aspecto" de estrella, son astros liliputienses, que tendrían una importancia colosal para nosotros los terrestres.

En la corona comprendida entre Marte y Júpiter, circula todo un enjambre de diminutos cuerpos celestes usualmente llamados asteroides o planetoides. La inmensa mayoría de ellos son invisibles a las miradas a simple vista, y el primero en ser descubierto, fue ubicado en la primera noche del siglo XIX.

En efecto, el 1 enero 1801, el astrónomo y sacerdote italiano José Piazzi (o Giuseppe Piazzi), enfocó y descubrió a Ceres (lo designó así en honor a la diosa protectora de Sicilia).

Los más notables planetoides son Pallas (o Palas), Juno, Vesta, y Eros.

Eros, que apenas tiene 33 kilómetros de largo estimado (y forma de plátano gordo), es uno de los que más se acerca a la Tierra, habiéndose ubicado en 1931 a menos de 24 millones de kilómetros de nuestro mundo.

Todos estos cuerpos son muy pequeños, la mayoría entre 20 y 700 kilómetros de largo. Ceres por ejemplo, es una bola que no alcanza a los 1.000 kilómetros de diámetro. La masa de todos los asteroides reunidos, ha sido calculada en la centésima parte de la masa terrestre. Y el volumen de todos los conocidos, es mil veces menor que el de nuestro mundo.

Las órbitas de estos cuerpos ya no están contenidas en la zona del Zodíaco, pero el sentido general de traslación es el directo, como el de todos los astros planetarios.

Entre los cuerpos más conocidos, hay tres, Ceres, Vesta, y Eros, que en determinadas condiciones son visibles a simple vista, pero obviamente, en tiempos antiguos pasaron totalmente desapercibidos, ya que o bien se les confundía con estrellas o bien ni siquiera se reparaba en ellos.

Para algunos astrónomos, los planetoides son los restos de un mundo desintegrado. Para otros, son el producto de las influencias gravitatorias de Júpiter, en las condiciones iniciales del Sistema Solar.


MULTITUD DE MUNDOS DIMINUTOS

Actualmente, se conocen bien las órbitas de más de 3.000 asteroides, descubiertos casi todos por el método fotográfico. Este método consiste en obtener fotografías del cielo de larga exposición, en una determinada región donde se sospecha la existencia de planetoides. El aparato, sigue el movimiento de los cuerpos estelares por medio de la llamada "ecuatorial fotográfica". Y obviamente, las estrellas aparecen en la placa como "puntos de luz", mientras que los asteroides, de existir, se manifiestan como una pequeña línea sobre el clisé (fondo). Esa traza es el resultado de su movimiento propio.

Debido a su pequeña masa, ningún asteroide tiene atmósfera, y muy poco se sabe sobre sus rotaciones.


ANTECEDENTES

A pesar que, desde los tiempos del gran Johannes Kepler, astrónomo y matemático imperial de los Habsburgos de Austria (siglos XVI y XVII), llamaba mucho la atención el espacio inmenso existente entre las órbitas de Marte y Júpiter, recién a principios del siglo XIX se tuvo conocimiento de la existencia de estos pequeños cuerpos.

Curiosamente, por medio de la entonces llamada "Ley de Bode" (hoy simple regla nemoténica), se presumía que debía existir un planeta a 2,8 unidades astronómicas en esa zona (una unidad astronómica es la distancia media Tierra-Sol, y es equivale, en promedio, a 150 millones de kilómetros). Pero entre Marte y Júpiter se extiende una zona de unos 550 millones de kilómetros, por donde no circula planeta alguno.

Esto despertó el más intenso interés entre los astrónomos, y se formó una sociedad de expertos que se fijó como meta ubicar allí un cuerpo enigmático anteriormente no descubierto.


PIONEROS Y DESCUBRIDORES

Como dijimos, el sacerdote italiano Giuseppe Piazzi, descubrió el 1 enero 1801, un astro cuyas coordenadas celestes variaban constantemente. Naturalmente, creyó haber encontrado el tan ansiado planeta, que según los expertos debía existir entre Marte y Júpiter, y lo llamó Ceres, dado que su región, Palermo, es esencialmente agrícola, y dado que Ceres era la mitológica diosa de la agricultura.

Habiendo enfermado Piazzi, se vió obligado a abandonar sus observaciones, y mientras el astrónomo italiano permanecía convaleciente, Ceres se acercaba al Sol, haciéndose invisible y perdiéndose.

Afortunadamente, un joven matemático alemán, Carl Friedrich Gauss, (que entonces tenía 24 años), tomó los datos fundamentales de las observaciones de Piazzi y logró calcular su órbita, permitiendo que otro alemán, el gran médico de Bremen y astrónomo de vocación llamado Heinrich Olbers, consiguiera "redescubrirlo" justo un año después, el 1 enero 1802.


EL ENIGMA DEL QUINTO PLANETA

Los científicos entonces estaban convencidos de haber dado con el tan buscado planeta que, de acuerdo a la regla de Titius Bode, debería situarse entre Marte y Júpiter. Pero para sorpresa de todos, en marzo de 1802, Heinrich Wilhelm Matthäus Olbers, el galeno germano, descubrió otro cuerpo, al que designó Pallas (gigante mitológico).

En 1804, el astrónomo Karl Ludwig Harding ubicó a otro y lo llamó Juno (en la mitología grecorromana, la esposa de Zeus-Júpiter). Y más adelante, en 1807, otra vez Olbers encontró otro cuerpo, al que llamó Vesta (la diosa de las virtudes domésticas).

Los astrónomos comprendieron entonces, que no existía un astro de regulares dimensiones, sino de una multitud de cuerpos celestes, que por su diminuto tamaño fueron llamados pequeños planetas o planetoides o asteroides.

A partir del descubrimiento de Vesta, transcurrieron varios años antes de ubicarse nuevos planetoides, hasta que finalmente y en 1845, Karl Ludwig Hencke, el Jefe de los Correos de Berlín y aficionado a la astronomía, descubre otros tres cuerpos, el más importante de los cuales fue Astrea.


CARRERA ESPACIAL

Éste fue el disparador de una verdadera carrera espacial, desatada entre los profesionales y los aficionados. El astrónomo italiano Gaspari, descubrió otros nueve a partir de 1849 (entre ellos Hygiea), y el pintor alemán Hermann Mayer Salomon Goldschmidt, ubicó catorce más entre 1852 y 1861.

Posteriormente se han ido sucediendo otros descubrimientos. Según el astrónomo Paul Henri Stroobant (1868-1936), del Observatorio Real de Bélgica, en el Municipio de Uccle, en Bruselas, y fundado en consideraciones teóricas, el número total de estos pequeños mundos oscila entre los 60.000 y los 100.000.

Los asteroides tienen forma irregular y tamaños diversos, que van desde granos de arena hasta montañas volantes.

Aristas, puntas, filos, todo parece presagiar un destino no muy feliz a quien se enfrente a esos elementos.

Existen algunos de un kilómetro de diámetro, y otros, con apenas centenares de metros.


SOBRE TRAYECTOS Y ÓRBITAS

Aunque el grueso de estos cuerpos gravita en torno al Sol, particularmente concentrados en el llamado "cinturón principal" que se ubica entre las órbitas del planeta rojo (Marte) y el planeta gigante (Júpiter), es preciso aclarar que estos cuerpos deambulan por todo el Sistema Solar.

Existen algunos que se aproximan al Sol más que la propia Tierra, y otros todavía más que Mercurio. En el otro extremo, los hay que se alejan más allá de Júpiter y aún más allá de Saturno. Las órbitas son alargadas y de gran inclinación con respecto a la Eclíptica, como por ejemplo en el caso de Pallas (35 grados) o de Alinda (43 grados).

Algunos presentan circuitos muy particulares, como el caso de Ícaro que se acerca al Sol más que el planeta Mercurio. Entre los que más se acercan a la Tierra, se destacan Apolo, Adonis, Ícaro, y Hermes, que en ciertos momentos pueden aproximarse a nosotros mucho más que la Luna.

En el caso particular de Hermes, llegó a situarse a 354.000 kilómetros de nuestro mundo en 1937.

Eros es otro asteroide que también llega a aproximarse bastante a nuestro planeta.

Existen por otra parte más de siete asteroides, conocidos como los Troyanos, ubicados bastante cerca de Júpiter y llamados así por tener nombres de héroes de la Ilíada, tales como Aquileo, Agamenón, Patroclo, etcétera.

Estas peculiaridades, en cuanto a sus pequeñas masas y la forma e inclinación de sus órbitas, son de sumo interés para los astrónomos cuando se trata de explicar el origen de estos cuerpos en el Sistema Solar.


REGISTRO DE DESCUBRIMIENTOS

Hasta el año 1939, todos los descubrimientos de planetoides eran centralizados y registrados en el "Astronomisches Rechen-Institut" (Instituto astronómico de cálculo) con sede en Berlín. Después de la Segunda Guerra Mundial, se hizo cargo de este trabajo el Observatorio Astronómico de Pulkovo, el cual en 1950 publicó las famosas efemérides de 1535 pequeños planetas.

Posteriormente, la oficina central se trasladó al "Cincinnati Observatory", en Ohio, EEUU.

El gran astrónomo español José Comas y Solá, tiene en su haber el descubrimiento de 11 asteroides, los más importantes de los cuales son fundamentales, Hispania, Alfonsina, y Barcelona.


IMPORTANCIA COLOSAL

Es curioso que estos astros diminutos tengan importancia colosal para los astrónomos. Efectivamente, del conocimiento de su estado actual así como de su evolución y posible origen, es dable extraer conclusiones fundamentales acerca del origen y evolución del Sistema Solar.

Los investigadores dedicados al estudio del Sistema Planetario, están convencidos de que el conocimiento de la superficie de estos cuerpos celestes es valiosísimo, dado que por su pequeño tamaño y masa, esos cuerpos deben haber conservado las condiciones de composición y circunstancias físicas que tuvo la materia de la "nebulosa original", de la cual nuestro Sistema Solar procede.


ORIGEN

En un principio, predominaba la idea de que los asteroides tuvieron su origen en un acontecimiento catastrófico, tal como un choque planetario.

Se esgrimía como argumento de tal hipótesis, el hecho de que la mayoría presentaba superficies fracturadas.

Los astrónomos rusos han sugerido que podría tratarse de los vestigios de un planeta que habría existido entre Marte y Júpiter, y que debido a un "cataclismo interno" se habría desintegrado.

Por su parte, G Kuiper, gran astrónomo estadounidense, ha insistido en que el origen de tales cuerpos sería el choque de dos planetas en esa región.

Más cercano en el tiempo, se ha afirmado que por sus pequeñas masas y sus órbitas tan inclinadas, estas ideas no parecen probables.

Otros, señalan a los planetoides como los materiales de la formación de un planeta, que no llegaron a "condensarse" en una sola masa debido a los fuertes tirones gravitatorios de su colosal vecino, el gigantesco y masivo Júpiter.

Modernamente, se los ha vinculado con los cometas, afirmándose que incluso podrían ser núcleos de antiguos astros cometarios. Las analogías entre las órbitas de muchos asteroides con las órbitas de los cometas de "corto período", parecería bien confirmar esta tesis.

No faltan quienes afirman que se trata de los restos de la primitiva "nebulosa primordial", de cuyo proceso evolutivo se habría originado el Sistema Solar.


DISTRIBUCIÓN

En los comienzos se pensó que las órbitas de los asteroides formaban un anillo relativamente homogéneo entre las órbitas de Marte y Júpiter. Luego se comprobó que algunos cuerpos se separan notablemente de esta zona, como en el caso de Ícaro y los Troyanos.

Por otra parte, es notorio que no todas las órbitas se encuentran en un mismo plano. Algunos planos orbitales tienen ángulos muy pronunciados con respecto a la Eclíptica. Asimismo, la mayoría de las órbitas tienen excentricidades elevadas.

Estudios recientes han demostrado que Ceres y Pallas presentan una luminosidad constante, y por ende, serían muy posiblemente los únicos que tendrían forma esférica.


ROTACIÓN

Ciertos planetoides presentan muy curiosas variaciones de brillo, lo que es interpretado como provocado por un movimiento de rotación.

Si bien es dable suponer que estos cuerpos presentan algunos formas más o menos redondeadas, otros tienen formas alargadas al modo de un "habano" con irregularidades, que al girar, muestran al observador mayor o menor superficie reflectora.

En tal sentido, el caso de Eros, parecido a un enorme Zeppelin, es muy expresivo.


IMÁGENES DE ASTEROIDES







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2 comentarios:

  1. Seguramente en breve se aventurará un pronóstico cierto sobre su origen, siempre debo mencionar mi pena por este saber tan limitado del ser humano, ni siquiera sabemos el génesis de unas piedras que andan girando en la orbita de nuestros ojos. Pensé, y se me ocurre que al haber sido en el hombre, un método como el de la comparación, para salir de intrincados asuntos, quizás una pronta localización de un cinturón similar, en un proceso diferente, de luz sobre el enigma, y como no soy astrónomo ni nada de eso, también se me puede ocurrir imaginar el proceso inverso, es decir los pasos futuros que les aguarda a esas rocas, su destrucción o configuración, y así quizás tener una idea de sus principios. Lo bueno de estos asuntos celestiales, es que un sacerdote, ande allí por la historia citando y dejando el legado de dioses paganos (Ceres-diosita de la agricultura- la diosita de la agricultura es la semilla, y no hay nada allí de mitológico o sobrenatural) Digo estas cuestiones porque se a perdido mucho tiempo, en asuntos irrisorios y es una pena que a nuestros hijos en el colegio aún no le podamos explicar el origen de esos asteroides liliputienses. Son siempre interesantes todas estas cuestiones que nos rodean. Saludos. jorge

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  2. Muy interesantes los comentarios de Jorge Abeel, y a tener en cuenta aún cuando él mismo se declara que no ha hecho estudios sistemáticos en astronomía.
    Siempre deberíamos tener presente que: "Cuanto más avanza la humanidad, cuanto más conocimiento generamos, los humanos nos damos cuenta que menos sabemos"; "Sólo sé que no sé nada".
    Cierto, hemos profundizado conocimientos en muchísimas áreas, lo que obviamente ha abierto el camino a los especialistas, pero ello no invalida que una determinada temática sea abordada también por un no especialista, o sea por un común, por un ciudadano de a pié.
    Y precisamente el presente espacio digital MISTERIOS DE NUESTRO MUNDO Y DEL UNIVERSO pretende abordar temáticas y presentar enfoques que sean de interés potencial para todos o casi todos, estimulando a que con libertad se expresen.
    Con los cuidados del caso, las personas deben acostumbrarse a opinar de muchas cosas, y por cierto sin esconder sus posibles falencias de formación o de estudios formales.
    En lo que me es personal, por ejemplo, estoy particularmente sensibilizado por la estructura social y productiva de nuestra época, pues según creo, los gobernantes y los jerarcas de hoy día están haciendo muy mal su trabajo, y nos llevan de crisis en crisis, de injusticia en injusticia; me refiero naturalmente a nivel global, y sin particularizar especialmente en un determinado país o gobierno.
    Es hora por tanto que en cuestiones político-sociales, así como en muy variados asuntos, la propia sociedad civil se exprese con libertad y entusiasmo, con la esperanza que al menos en alguna medida su voz sea escuchada.

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