viernes, 18 de noviembre de 2011

La edad de oro: La sexalescencia


La sexalescencia: Todo lo que se puede perder si no se entiende


Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: La gente que hoy tiene alrededor de sesenta años, o sea la SEXALESCENCIA.

Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra "sexagenario", sencillamente porque no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer en acción y en espíritu.

Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición, en su momento, de la llamada "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del siglo XX, para dar identidad a una masa de niños desbordados y con personalidad, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde ubicarse, ni cómo vestirse.

Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta años, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo, y que han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura rioplatense le dio durante décadas al concepto del trabajo.

Lejos de las tristes oficinas de Juan Carlos Onetti, o de Mario Benedetti, o de Roberto Arlt, esta gente buscó y encontró hace mucho la actividad que más le gustaba, y se ganó la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos.

Algunos ni sueñan con jubilarse. Y los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días, de una forma creativa, sin temores al ocio o a la soledad, y crecen desde adentro en uno y en la otra.

Disfrutan el ocio y el no atenerse a un horario excesivamente rígido, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos, tensiones, y sucesos fortuitos, bien vale mirar el mar con la mente vacía, soñando creativamente, o deleitarse con ver volar una paloma desde el piso alto de un departamento.

Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas, inquietas, activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres sólo podían obedecer. Ellas marchan adelante ocupando lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado con ocupar.

Y esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los años sesenta y cincuenta, y en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, supo encontrar tiempo para detenerse a reflexionar sobre lo que quería en realidad.

Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, otras eligieron tener hijos, otras eligieron no tenerlos, otras fueron periodistas, atletas, o empresarias que impulsaron su propio "YO, S.A.". Pero cada una se arriesgó, quiso buscar su camino por sí misma, e hizo su voluntad.

Reconozcamos que no fue un asunto fácil, y que todavía lo van diseñando y fortaleciendo cotidianamente.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo, que quienes están en esa especial franja etaria no son personas detenidas en el tiempo; la gente de "sesenta o setenta"", hombres y mujeres, manejan la computadora, algunos con dificultades, y otros con mucha soltura, como si lo hubiera hecho toda la vida.

Así, a través de los correos electrónicos y de las salas de chat, se escriben y se ven con los hijos que están lejos, y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos, pues un e-mail es más cómodo y barato, y queda asentado en el registro para una eventual consulta posterior.

Por lo general, esos hombres y esas mujeres están satisfechos de su estado civil, y si no lo están, no se conforman, no se resignan, y procuran cambiarlo.

Y lo que es más importante, raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes, los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Y nadie se pone a llorar o se desespera cuando pierde; sólo tiende a reflexionar, a tomar nota para no pasar de nuevo por algo similar, y a lo sumo… a alguna otra cosa.


Una visión renovada

La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo...

Ellos, los varones, no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani.

Y ellas, las mujeres, no sueñan con tener la figura tuneada de una vedette.

En lugar de eso, saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente, o de una sonrisa iluminada por la experiencia.

Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, pues antes, a los de esa edad se los llamaba viejos, y hoy ya no lo son porque ya no se sienten así.

Estos hombres y mujeres a los que nos referimos en este escrito, hoy están plenos física e intelectualmente, y recuerdan su juventud, por cierto que la recuerdan, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y de nostalgias, y ellos bien lo saben.

La gente de 60 y 70 de hoy, celebra el Sol cada mañana, y sonríe para sí misma muy a menudo…

Y quizás, por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI, mayoritariamente estos hombres y mujeres son felices y se sienen plenos.


RECOMENDACIÓN

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"Y aprende a obsequiar tu ausencia, a quienes no aprecian tu presencia".


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