miércoles, 21 de febrero de 2018

Asesinatos en el Londres victoriano: Reseña de "El animal más peligroso" de Gabriel Pombo



Es casi imposible interrumpir la lectura de esta obra cuando se ha leído la primera página. La cadencia opresiva de los párrafos iniciales seduce de inmediato: nada tiene de gratuito ni de inevitable y participa, pues, de lo trágico. Es la violencia fatal que implacable se abate sobre unas indefensas y pobres mujeres. Una fuerza perversa y repugnante las atrae a un destino sórdido, en esta crónica de homicidios enmarcada en la Inglaterra de finales del siglo XIX.

Se trata de una de las mejores novelas sobre crímenes de la era victoriana, donde el autor, lejos de adornar personajes con largas descripciones, principalmente se remite a los propios hechos. Así, con las escenas limpias, los lectores nos convertimos en fiscales, juzgando los acontecimientos con nuestros propios valores, y generando una relación íntima y subjetiva con las circunstancias.

Gabriel Pombo, abogado y estudioso del fenómeno de los asesinos seriales y del caso de Jack el Destripador, sabe de qué está hablando; y de su anterior experiencia como ensayista, sabe cómo desarrollar el tema, sirviéndose para ello de la ficción histórica.

En el distrito de Whitechapel, en el este de Londres, las prostitutas pululan y malviven en perpetua zozobra desde que, en el otoño de 1888, un sádico asesino viene cebándose en ellas, frente a la impotencia de la policía y del Comité de Vigilancia, fundado éste para colaborar en la aprehensión del psicópata.

Arthur Legrand, el personaje central de “El animal más peligroso: Un thriller victoriano” (2016), es un antiguo teniente francés de la guerra franco-prusiana; un próspero comerciante de casi cincuenta años residente en Westminster, con una segunda ocupación que le apasiona y a la cual consagra su talento: liderar un equipo de investigadores, que han sido contratados por el Comité de Vigilancia, en un desesperado intento por poner fin a los asesinatos.

Este hombre no es sólo un intelectual que se vale de su mente para combatir el delito, sino que no titubea en emplear sus músculos cuando recorre los tugurios donde podría acechar el monstruo.

El otro personaje esencial de la novela es la joven pareja de éste, Bárbara, quien trabaja encubierta para la Agencia Central de Noticias de Londres y supera en fervor a su amante. Capturar a los homicidas es su obsesión. Sin remilgos, se disfraza de meretriz y acude a las tabernas fingiendo aprestarse a ejercer ese oficio, en pos de obtener información tan vital como peligrosa.

A Arthur y Bárbara los secundan en sus afanes detectivescos Charles Legrand, hermano menor del jefe, el ex policía John Batchelor, y el agente de la Policía Metropolitana Thomas Barrett.

Cabe interlinear que estos tres últimos existieron, y participaron en la historia de Jack el Destripador.

¿Cómo un elenco tan reducido podría triunfar donde la poderosa Scotland Yard ha fracasado?

Y no solamente deberán vérselas con un único maníaco. El doctor Bond, cirujano pionero en perfiles criminales, les advierte que también campea a sus anchas otro ejecutor más despiadado, frío y metódico, cuyas presas humanas aparecen desmembradas y esparcidas a las orillas del Támesis.

En realidad, tales atrocidades ocultas para el gran público databan de quince años atrás, desde setiembre de 1873, cuando emergieron los restos de una mujer en el área de Battersea, ribera sur del río.

El 16 de octubre de 1888 había llegado a George Lusk, presidente del Comité de Vigilancia, una carta encabezada “Desde el infierno” y atribuida al Destripador, junto a una caja con medio riñón humano. 

Días más tarde, un ayudante trae a su jefe otra misiva también dirigida a Lusk. La caligrafía era distinta y su tono más cultivado. En ella, su emisor se jactaba de que le gustaba matar personas, porque el ser humano “es el animal más peligroso de todos”. Aquel recado llevaba anexo, a guisa de macabro obsequio, una oreja amputada.

Pero el pesquisa no se dejó engañar. Sabe que ese mensaje no era obra del matarife que viene operando en los suburbios, sino del tétrico antecesor a quien, en voz baja, los forenses apodan el Asesino del Torso de Támesis.

No obstante, cauteloso, se reserva sus sospechas, y ni siquiera las confía a sus subordinados cuando, en su mansión, se lleva a cabo una larga reunión de trabajo.

Más adelante sabrá que obstáculos gigantescos se yerguen contra su empresa. Mientras persigue a sus enemigos se entera que éstos poseen contactos en el gobierno británico; influencias capaces de bloquear la indagatoria oficial y garantizarles su impunidad.   

Transcurre el tiempo, y con él la infructuosa cacería. Llegamos así a agosto de 1889 y, sumido en el desaliento, el Comité de Vigilancia se ha disuelto, aunque Arthur continúa la lucha financiando por sí mismo el presupuesto del grupo.

Cuando ya las fuerzas declinan, Batchelor aprovecha su adicción al alcohol y, entre una copa y otra, recaba nuevas y dudosas pistas.

Su esfuerzo será premiado cuando un periodista falsario, que inventó el alias Jack the Ripper al redactar una carta apócrifa, lo pone en el rumbo que permitirá identificar al clan diabólico culpable de los desmanes.

Un informante, con muy personales motivos para ayudar, será crucial en la resolución del caso. Fred Campbell, se llama aquel joven barquero y mecánico naval que supo ganarse la confianza del amo de la secta, y que pilotea el barco utilizado para esparcir los trozos humanos por el río.

Las autoridades están paralizadas y, a pesar del afrentoso hallazgo de un torso en el sótano de su flamante sede, insisten en negar la existencia del Descuartizador del Támesis.

En esos días aciagos para la justicia, y mientras la policía británica (la presuntamente infalible Scotland Yard) mira para otro lado, la salvación de las mujeres marcadas para morir dependerá de unos pocos investigadores aficionados.

Los últimos capítulos cobran un ritmo de vértigo. Un choque de trenes se avecina ... El bien contra el mal en un desenlace sobrecogedor.


Nota aclaratoria: Gabriel Pombo, autor de la obra "El animal más peligroso", tiene todos los derechos sobre las imágenes contenidas en este texto, y ha liberado las mismas para su uso en forma escrita, bajo la Licencia de documentación libre de GNU y la Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.

4 comentarios:

  1. Lei y disfruté este brillante thriller y coincido con todo lo señalado en el comentario. Sin duda se trata de una novela de primer nivel sobre la época victoriana, con una narración espléndida de aquellos sórdidos crímenes históricos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. En su impotencia por terminar con los homicidios de Jack el Destripador el barrio creó un Comité de Vigilancia, y sus integrantes contrataron detectives privados para realizar el trabajo duro. Arthur Legrand, francés culto y brillante, comanda las operaciones. Su pareja, la joven periodista encubierta Bárbara Doyle, es pieza clave del pequeño equipo. Pero no solo el tenebroso suburbio de Whitechapel debe ser vigilado. Pronto los investigadores comprenderán que más sucesos macabros castigan a la población británica. Desde el río Támesis y sus cercanías irán emergiendo trozos de cadáveres, y el "Asesino del Torso" es el responsable. En realidad, sus andanzas han precedido a las del Destripador y, aunque es casi desconocido para el público, rivaliza con este en atrocidades y horrores.
    Inspirada en hechos reales, y escrita a modo de thriller, "El animal más peligroso" narra la historia de esos crímenes, de aquellos asesinos, y del hombre y de la mujer que los enfrentaron.

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